América Latina existe como una unidad, no hay barreras idiomáticas. Incluso entre Brasil donde se habla portugués, y los demás países donde se habla español, hay posibilidad de entenderse debido a la similitud de los dos idiomas ambos de raíz latina. Esto por sí solo establece una comunidad muy importante, pero no bastaría para que pudiéramos hablar de América Latina como una unidad real. Hay otras cosas tan importantes como el idioma que forman esta unidad. Se deben al hecho de que la sociedad de los países latinoamericanos fue moldeada por unas mismas influencias bastante fuertes y duraderas para producir, por encima de los factores de diversidad, unas características comunes que persisten y que han ido acentuándose, de modo que a pesar de la división de América Latina en países, existen hoy día, más rasgos comunes latinoamericanos que en la época colonial.
Lo más latinoamericano de América Latina, más que el idioma, más que el folklore, más que la manera de vivir o la religión, es la estructura social. Y es esa estructura social la que explica no sólo la unidad fundamental de América Latina, sino también su unidad cultural y hasta su unidad económica.
América Latina oscila entre el exceso y la escasez, entre la carencia y el esplendor... lo que obliga a realizar un severo análisis hacia delante, no simplemente hacia atrás, tomando en cuenta que en el mundo actual los mercados segmentados y las políticas aisladas, sólo sirven para intensificar las vulnerabilidades de cada país e incrementar las diferencias. Corresponde por lo tanto, superar el discurso político sobre integración que trasmite serias contradicciones y extremados personalismos que dejan la sensación de falta de consenso en cuanto a objetivos comunitarios.
La meta inicial debe ser la de crear la conciencia de unidad necesaria para alcanzar un índice de solidaridad regional favorable capaz de superar la excesiva banalidad en los propósitos, la extrema cautela en el debate y el excesivo tiempo para la toma de decisiones. América Latina debe ser un interlocutor cohesivo y con propuestas audaces que le permita tener una posición fuerte y firme en el escenario mundial y frente a los mercados globales.
La integración debe ser un objetivo real en tiempo presente y no apenas una promesa a futuro.
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