La historia de América Latina es la historia de la tentativa de crear estados modernos sin crear sociedades modernas. Desde la independencia se presenta una característica que predomina hasta ahora: un esfuerzo por resolver los problemas políticos sin cambiar el orden social, sin modernizar la sociedad. Esto ha conducido siempre a un agravamiento de la situación social latinoamericana.
La tradición monárquica era muy fuerte, hubo tentativas de establecer una monarquía en Perú, de dar una corona a Simón Bolívar que la rechazó y de fundar un imperio en México y Centroamérica. En Brasil, la independencia la proclamó el propio regente, hijo del Rey de Portugal, y el imperio que entonces se estableció duró hasta 1889. Finalmente, la forma republicana, como la de Estados Unidos o la de Francia predominó en toda América Latina.
Pero esto era solo una cuestión de forma, más importante fue el problema de la relación entre las diversas y económicamente dispares regiones de cada país. Hubo largas luchas entre los partidarios de una forma federal de estado y los que querían un estado centralista. Se puede decir que los elementos liberales preferían el federalismo, porque correspondía más a sus principios, y porque solían ser más fuertes en las provincias que en la capital; mientras que los conservadores deseaban el centralismo, porque permitía a un pequeño grupo controlar todo el país desde la capital y les daba mayores probabilidades de contrarrestar la acción de los liberales.
Sin embargo, en algunos lugares los conservadores fueron federalistas y los liberales centralistas. En torno a esta cuestión hubo guerras civiles y contiendas sangrientas en Venezuela, Colombia, México y Argentina. La tradición centralista precolonial y colonial fue más poderosa que el deseo de imitar la Constitución Norteamericana o que los intereses de partido. Si bien en algunos países hay constituciones federales (Argentina, México, Venezuela), en todos la práctica es rígidamente centralista. De todos modos, la organización del Estado era una cuestión administrativa, pues se trataba de saber de qué modo podría funcionar mejor, pero no quién debía gobernar ese Estado.
En toda América Latina la vida política giraba en torno al Presidente. Centralista o Federalista, Parlamentario o Presidencial, el Estado se hallaba en poder de una exigua minoría con tendencia al poder personal, bien sea legítimo o ilegítimo. Esa es una larga tradición en América Latina: El Culto al Presidente.
Y ese culto a la figura presidencial lejos de cesar en los tiempos modernos, parece incrementarse en pleno siglo XXI. Para muestra tenemos el caso del actual presidente de Venezuela, que luego de ser reelegido, según cifras oficiales, con poco más de 7 millones de votos contra poco más de 4 millones de la oposición y 5 millones que no se manifestaron por ninguna de las dos opciones, solicita a la Asamblea Nacional poderes económicos especiales y una reforma constitucional que le garantice la elección indefinida. Asamblea Nacional que hasta podría considerarse "ilegítima" en un estado de derecho, al ser elegida por menos del 10% de los electores y con representación de un solo sector del país… el del Presidente.
Y mientras los venezolanos se sienten “conejillos de indias” de un socialismo experimental, sin precedentes y fuertemente concentrado en un "rey", en un "dictador" o en aquello que el propio presidente venezolano desee ser… en Brasil, el Presidente Lula se frota las manos. Se trata de una posición ideológica mientras Venezuela se sepa comportar en el MERCOSUR, no perjudique los intereses brasileños y no debilite el liderazgo natural de Brasil en la región.
Eso porque el presidente venezolano es el socio comercial ideal para Brasil. Brasil exporta 1 billón de dólares más para Venezuela que para Francia o para el Reino Unido, sus dos principales socios históricos comerciales. De enero a noviembre de 2006 Brasil exportó 3,3 billones de dólares en productos terminados para Venezuela, sin ningún tipo de retribución equivalente en la otra dirección. Tal cual el título de la telenovela “Sin tetas no hay paraíso”, la Venezuela de Chávez es un teta convertida en paraíso para los productos, servicios y empresas brasileñas.
La política "bolivariana" le da la espalda a Estados Unidos y se pone de frente para el sur del continente. Es decir, a merced de Brasil que tiene la mitad de la superficie, la mitad de la población y la mitad del Producto Interno Bruto (PIB) de América del Sur… por ahora todo se le permite por ser excelente para la economía brasileña, eso sí, hasta tanto no influya negativamente en las inversiones brasileñas en la Región o en las inversiones internacionales en América Latina y principalmente en Brasil.
La tradición en América Latina de rendirle culto a los presidentes, genera "rivalidad" entre presidentes y un agravamiento de la situación social de los pueblos cuyo presidente resulte el más débil, o sencillamente el "tonto útil"... Todo lo contrario a una verdadera integración, donde la base fundamental debe ser una relación ganar/ganar para el conjunto de la sociedad.
Fotografía: (Lula - Rogério Assis)
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